miércoles, 4 de julio de 2007

GUERRA FRIA



El motivo de que la "guerra fría" no se convirtiera en "caliente" fue la aparición del arma nuclear. Antes de la bomba, la guerra era, como afirmó Clausewitz, la continuación de la política por otros medios, tras Hiroshima, la confrontación directa entre las potencias llevaba a la catástrofe general.

Los crecientes arsenales nucleares que las superpotencias fueron acumulando impidieron una guerra directa que nadie hubiera ganado, sin embargo, EE.UU. y la URSS y sus aliados utilizaron la intimidación, la propaganda, la subversión, la guerra local mediante aliados interpuestos...

Iniciada de forma clara y definitiva en 1947, tras un rápido proceso de deterioro en las relaciones de los antiguos aliados, la guerra fría alcanzó su cenit en 1948–53. Tras diversos períodos de distensión y enfrentamiento, la llegada de Gorbachov al poder en la URSS desencadenó un proceso que culminará con la desintegración de la URSS en 1991. La guerra fría había concluido.

REPERCUSIONES DE LA 2a GUERRA MUNDIAL


Repercuciones:

Demográficas: 60 millones de muertos, de los 6 millones fueron judíos torturados.

Políticas: el mundo quedó dividido en dos bloques, socialista y capitalista, se inicia la Guerra Fría.

Territoriales: se modificó el mapa político o territorial de Europa.

Económicas: Europa quedó desvastada, sin comunicaciones, sin infraestructuras, sin suelo apto para el cultivo, sin industrias, casi vacía.

Diplomáticas: Se creó la ONU (Organización de las Naciones Unidas) para fomentar la paz, llegar a acuerdos internacionales y solucionar los conflictos por vías pacificas, intentando la unidad entre todos los pueblos del mundo.

FIN DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL



Europa recuerda que hace 60 años, el 8 de mayo de 1945 terminó la Segunda Guerra Mundial, fecha que se extendió hasta el 2 de septiembre cuando Japón firmó su rendición incondicional.

Una vez las fuerzas aliadas derrotaron –no enterraron- al nazismo, se abrió paso a la repartición entre las dos potencias que protagonizaron la guerra fría y que oficialmente terminó con la caída del Muro de Berlín en 1989.

Todo podría indicar que atrás quedarían las noches y la niebla, pero tanto después del día de la victoria cuando los ganadores izaron su bandera sobre el Reichstag en Berlín, como después del derribo del muro, la dicotomía entre la libertad y la opresión continúan en el escenario bajo la acción y el discurso del imperio y gobiernos autoritarios que ya no pueden lucir más galas que las de una posdemocracia que retoma elementos stalisnistas y hitlerianos.

Aún mueren irakies tras la presencia de una fuerza invasora, aún están los presos de Guantánamo alejados de sus derechos bajo la mentira de armas que no existían, un Estados Unidos fuerte y un Reino Unido que reelige a un desgastado Tony Blair.

Es que la otrora Europa occidental aún no ha curado las heridas así haya logrado reconstruir su economía, las instituciones y poco a poco alejar el fantasma que sigue ahí.

No sucedió lo mismo con el resto de Europa o con tantos países que siguieron la lógica del enfrentamiento bélico como consecuencia de la gran guerra. Una fecha marca un límite pero no siempre es un fin real o total. Se parece más un final abierto.

El conflicto en Grecia que duró hasta 1947, el triunfo de la revolución china en 1949, la guerra en Corea en 1950, la revolución cubana en 1959, las guerras en Vietnam, Laos, Camboya, Oriente Medio, cono sur de América latina y una larga lista de nombres de países –algunos ya inexistentes- millones de muertos, nuevas reparticiones de territorios y mercados, son consecuencia de la Segunda Guerra y la Guerra Fría, sin adentrarnos en las razones de cada una y sus propias coyunturas.

España que formalmente no estuvo en la Guerra Mundial, sufrió el bombardeo de Guernica y perdió a cinco mil republicanos en el campo de concentración de Mauthhausen en Austria, hombres, mujeres y niños expulsados de su tierra tras el inicio de uno de los períodos más negros de la historia de la tierra de Picasso. Muertos que la dictadura no reclamó.

Pero la sombra de la guerra no es historia, es presente. Han pasado 60 años, muchos para el sufrimiento de quienes vivieron el terror pero pocos para la historia, sobre todo de Europa que aún sigue bajo la sombra de dos guerras mundiales.

En ese presente no sólo están los testimonios de los que sobrevivieron, sus familias y la de los muertos, también existen grupos neonazis y la ultraderecha, la política de partidos que pretenden revivir o profundizar con un nuevo discurso la intolerancia, la xenofobia, el racismo, la homofobia, y el avance de los derechos de las mujeres.

Y mientras quienes pusieron el pecho a la resistencia recuerdan para que no se olvide y no se repita, irónicamente Bush dice en Riga, capital de Lituania, a propósito de la conmemoración, que “las democracias son países pacíficos, no luchan entre sí, y son buenos vecinos."

Los antiguos países de Europa del este, tuvieron más de 36 millones de muertos durante la contienda mundial. Los pueblos que sufrieron la guerra no tienen derecho a tanta ironía.

LOS ALIADOS O TRIPLE ENTENTE



El bando de los Aliados se enfrentó a las potencias del Eje durante la segunda guerra mundial.

Las principales potencias que conformaron ese bando fueron: Gran Bretaña, Francia (exceptuando el período de su ocupación por Alemania 1940-1944), la URSS (desde la agresión alemana en junio de 1941), Estados Unidos (desde la agresión japonesa en diciembre de 1941) y China, que ya peleaba contra Japón desde 1937, antes del estallido de la guerra general.

De una forma más amplia se denomina aliados a todos los firmantes de la Declaración de las Naciones Unidas el 1 de enero de 1942. En conjunto fueron 26 países entre los que se hallaban, además de las grandes potencias ya comentadas, países europeos ocupados por el Eje (Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Noruega, Checoslovaquia, Yugoslavia, Polonia, Grecia), dominios y colonias del Imperio Británico (Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, India) y países latinoamericanos tradicionalmente bajo la influencia norteamericana (Costa Rica, Cuba, Republicana Dominicana, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua y Panamá).

El bando de los Aliados o Entente se configuró a partir de la Triple Entente. Cuando en el verano de 1914, Serbia y Bélgica son atacadas por los Imperios Centrales estos dos países se incorporaron a los Aliados. Su rápida condición de países invadidos hizo que su aportación fuera escasa.

En agosto, Japón declaró la guerra a Alemania, se anexionó sus escasas posesiones orientales y, en adelante, apenas participó en el conflicto.

Tras firmar el Tratado de Londres, Italia se incorporó a los aliados en mayo de 1915.

En agosto de 1916, Rumania se unió a la Entente, aunque fue rápidamente invadida por los Imperios Centrales.

En abril de 1917, Estados Unidos declara la guerra a Alemania como respuesta a la guerra submarina a ultranza.

La aportación rusa a los Aliados disminuyó drásticamente desde febrero de 1917, cuando se inició la revolución. El ascenso de los bolcheviques al poder precipitó el armisticio en diciembre de ese año y la salida definitiva de Rusia de la guerra en marzo de 1918, tras la firma del Tratado de Brest-Litovsk.

A lo largo del conflicto otros estados se unieron a los Aliados. Ejemplos significativos son Portugal (1916), Grecia y China (1917)


JUEGOS SOBRE LA 2a GUERRA MUNDIAL



Command and Conquer
No es la excepción, tienes que derrotar a los alemanes. En este juego puedes controlar un grupo de soldados y cada uno con distintas funciones. Misiones de distinto tipo son asignadas para ti, y para cada soldado. Escabullirte en el campamento enemigo, cubrir gente importante, mantener la tranquilidad de tu campamento, etc.

Regreso al castillo de Wolfenstein
Este juego sobrepasa el realismo e introduce ciencia ficción. Se trata que durante la guerra, Alemania se veía con las obligaciones de ganar, por lo tanto grandes científicos alemanes empiezan a intentar la creación de un soldado perfecto para lo cual unen partes de cadáveres en un solo cuerpo. Los zombis también presentes juegan el papel de enemigo. Tu eres un espía de primer nivel mandado a destruir el laboratorio donde se llevan a cabo estos experimentos. Este juego no es solo disparos, también juegas desactivando bombas, eludiendo sistemas de alarmas e infiltrándote hacia el enemigo como si tú fueras uno de ellos.

Call of Duty
La saga de estos juegos es impresionante, el realismo e historia son los mejores. Las opiniones lo destacan como el mejor juego de la Segunda Guerra Mundial. En este título, tu eres un soldado del bando aliado, el cual tendrá que pasar etapas matando alemanes de distintas maneras. El objetivo de Call of Duty es uno solo, derrotar al enemigo, no hay mucha variedad de misiones, pero en fin es mayormente usado por “gamers” para jugarlo en red con distintas personas del mundo.

CINE SOBRE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL


LA VIDA ES BELLA
Unos años antes de que comience la Segunda Guerra Mundial, un joven llamado Guido llega a un pequeño pueblo de la Toscana italiana con la intención de abrir una librería. Allí conocerá a Dora, la prometida del fascista Ferruccio, con la que conseguirá casarse y tener un hijo. Con la llegada de la guerra los tres serán internados en una campo de concentración donde Guido hará lo imposible para hacer creer a su hijo que la terrible situación que están padeciendo es tan sólo un juego.

Stalingrado. Estupenda pelicula alemana acerca de la batalla que cambio la segunda guerra mundial. Das Boot, El submarino. Uno siente claustrofobia al ver esta película, el detalle al comenzar la película pone los pelos de punta: 40.000 alemanes formaron parte de las tripulaciones de submarinos en la IIGM, 30.000 no volvieron nunca... .

LITERATURA SOBRE 2a GUERRA MUNDIAL




LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL Autor: Winston S. Churchill Editorial: La esfera de los libros Páginas: 1300

Es este uno de esos títulos imprescindibles sobre el tema y el culpable de que Churchill recibiese en 1953 el Premio Nóbel de Literatura. Es un libro de memorias que originalmente apareció en seis volúmenes que fueron abreviadas en 1958 por Denis Kelly. En ellas, Churchill recoge de manera directa sus vivencias desde el Tratado de Versalles hasta el establecimiento del telón de acero, reflejando los testimonios de los que junto a él fueron los principales protagonistas de esta Guerra: Hitler, Stalin, Roosevelt. Sabremos de primera mano todo lo referente a los preparativos militares, tanto la batalla en el aire como en el Atlántico, su relación con Francia, el dolor de la derrota. Un gran libro sobre uno de los más importantes políticos de la historia.

POR QUÉ GANARON LOS ALIADOS Autor: Richard Overy Editorial: Tusquets Páginas: 499

Richard Overy aborda el cómo y el porqué de la victoria aliada en la Segunda Guerra mundial. En la primera parte del libro, el autor examina los cuatro campos de conflicto decisivos para los Aliados: la guerra marítima, el frente oriental, la ofensiva aérea y la reconquista de Europa; en la segunda, se detiene en los factores más amplios, igualmente cruciales en los distintos teatros de combate: el equilibrio de recursos y la eficacia militar, pero también el liderazgo y el criterio estratégico, la movilización y los contrastes morales entre los bandos enfrentados.

ALEMANIA: JECKYLL Y HYDE: 1939,EL NAZISMO VISTO DESDE DENTRO Autor: Sebastián Haffner Editorial: Destino Páginas: 288

El periodista alemán Sebastian Haffner escribió este libro entre 1939 y 1940 con el objetivo de denunciar las imposturas ideológicas y las atrocidades cometidas por el régimen nazi, con el consentimiento o la ceguera del pueblo alemán. El autor quiere dejar claro que no se puede identificar a Alemania con el nazismo, ya que los alemanes fueron los primeros en sufrir su opresión. El libro es, ante todo, un alegato contra el nazismo, escrito por un alemán que lo sufrió en sus propias carnes. Como curiosidad está el dato de que este libro es uno de los que Churchill recomendaba leer a sus generales para que entendiesen al enemigo.

BIOGRAFIA DE ADOLF HITLER


En pocas ocasiones la memoria colectiva de los pueblos muestra tamaño acuerdo a la hora de juzgar el papel histórico de un personaje como en el caso de Adolf Hitler. Sobre él se han escrito cientos de miles de páginas, y su figura se asimila a la de un dictador asesino responsable de la muerte de millones de personas y encarnación de los más bajos y deplorables instintos humanos. Hitler llevó a su país, y a la práctica totalidad de la población mundial, a la guerra más devastadora nunca conocida, practicando además una política de exterminio y barbarie contra todos aquellos grupos o individuos que la abyecta ideología que representaba tuviera por diferentes y, por ende, inferiores. Nació este personaje en una ciudad fronteriza de la Austria bávara, hijo de un agente de aduanas, Alois, que, en virtud de su ocupación, obligará a su familia a mudar varias veces de residencia, siempre en pequeñas localidades rurales. Su padre era hijo a su vez de la soltera María Anna Schikelgruber, tomando prestado el apellido Hitler de un pariente por considerarlo más honroso. El hecho de que su padre proviniera de una unión ilegítima entre su abuela y un desconocido perturbó siempre los pensamientos de Hitler, ante la posibilidad de tener ascendientes judíos. Durante su infancia, se educa en pequeñas escuelas de pueblo, hasta que pasa a la escuela de Artes y Oficios de Linz. Su infancia distó mucho de ser feliz, siendo objeto de frecuentes palizas por parte de su padre, sólo en parte compensadas por el cariño que su madre, Klara Pölz, le profesaba. Esta era la tercera esposa de Alois, y tenía veintitrés años menos que él. La complicidad entre madre e hijo era a veces percibida por su padre bajo el prisma de los celos. Persona inteligente, superaba las asignaturas escolares con facilidad, lo que le procuraba cierta tendencia al abandono y la pereza. Quizás por la mala relación con su padre, o por los frecuentes cambios de residencia y colegio, lo cierto es que el niño Hitler no lograba cuajar amistades, teniendo como resultado que se encerrase en sí mismo y en sus sueños como futuro pintor, su afición favorita. Los designios de su padre, por el contrario, iban por otros derroteros, pues deseaba para su hijo una carrera de funcionario. La controversia fue fuente de frecuentes disputas y discusiones, en las que el joven Hitler no cedía un ápice, al punto que, a modo de rebeldía, dejó de prestar atención a los estudios en la escuela católica de Linz y repitió curso. En 1903 muere su padre, lo que le otorga cierta libertad de movimientos y acción. Algo más tarde, una pulmonía le hace abandonar la escuela en principio hasta su restablecimiento, pero será definitiva. Se dedica entonces a su afición favorita, la pintura, durante dos años, con la ilusión de ser algún día un pintor reconocido. Su intento de ingresar en la Academia de Bellas Artes de Viena se ve abocado al fracaso, aunque, orgulloso y seguro de sus fuerzas, lo intentó un año más tarde. Nuevamente cosechó el mismo resultado. Decepcionado y triste por la muerte de su madre en 1907, se entregó a una vida abandonada y perezosa, en la que sólo las audiciones de Wagner parecían interesarle. Requerido para cumplir el servicio militar, Hitler se escondió en Viena durante tres años para así eludirlo. El motivo de su actuación no era otro que su deseo de no formar parte de un ejército que consideraba débil y propio de un país en decadencia, alejado de pasadas glorias. Por el contrario, admiraba a la pujante Alemania y su carácter orgulloso, lo que le hizo trasladarse a Munich en 1913. Desde allí envió una carta en la que se excusaba de no hacer el servicio militar, alegando que no tenía medios para subsistir y vivía en la pobreza. En realidad, disfrutaba de una pensión de orfandad, al mismo tiempo que la venta de algunos dibujos le procuraban ingresos adicionales. Sin embargo, aunque no fueron admitidas del todo sus excusas, el tribunal que juzgaba su caso se avino a realizarle un examen médico para poder declararle no apto para el servicio militar, lo que realmente sucedió. Un año más tarde, sorprendentemente, solicita su ingreso como voluntario en el ejército ante el advenimiento de la I Guerra Mundial. En los combates, destaca por su afán de lucha y arrojo. Inscrito en una unidad de choque, en apenas unas semanas sólo quedan vivos 600 de los 3.500 soldados que la formaban. Su habilidad en la lucha y su obediencia le hacen respetado por compañeros y mandos, quienes en ocasione le encomiendan misiones difíciles como el traslado de mensajes. En octubre de 1916 cae herido de cierta gravedad por un disparo que le atraviesa una pierna, aunque pronto se restablece y regresa al frente tras pasar el invierno convaleciente. Nuevamente en 1918, también en octubre, resulta herido, esta vez tras inhalar gases tóxicos. En su cartilla militar figura la inscripción "gaseado". Pierde temporalmente la visión y es ingresado en el Hospital de Passewalk, donde sufre varias operaciones y fuertes dolores. Durante su convalecencia, puede apreciar que está asistiendo a un mundo en profunda transformación. La revolución ha triunfado en Rusia, instalando allí una doctrina política que personalmente detesta. El viejo y decadente Imperio Austro-húngaro ha desaparecido como consecuencia de la derrota en la Gran guerra, mientras que su admirada y orgullosa Alemania ha sufrido una humillante derrota. Su análisis de la situación alemana le hace pensar que la derrota se debe a una conjunción de factores, entre los cuales el más destacable es la propia división interna, fruto del régimen de partidos, y la pérdida de los valores tradicionales que encumbraron a Prusia tan solo hacía algunas décadas. Además, el bolchevismo y los "no arios" amenazaban con extenderse por Alemania y el resto de Europa, subvirtiendo el orden "natural" y despreciando todo lo que Hitler valoraba. Por si fuera poco, el final de la guerra le dejaba en una situación de desamparo: en el ejército, en combate, era valorado y se sentía identificado con sus compañeros, con sus mandos y con una causa; fuera de él, se convertía en alguien sin rumbo, anodino. Sin saber qué hacer, se queda en el cuartel de Munich esperando alguna misión, algo que hacer. Finalmente le llega su oportunidad, al serle ofrecido un trabajo como espía y propagandista del ejército. Su misión consistirá en introducirse en los círculos políticos y detectar cualquier posible brote de sublevación. Tras sorprender a los dirigentes del DAP, el Partido Obrero Alemán, el 19 de octubre comienza su carrera política. Pronto destaca en reuniones y asambleas, diciendo lo que su público quiere oír: la culpa de la postración alemana es de los extranjeros; los comunistas invadirán el país; los partidos políticos desunen y restan fuerza a la nación... El clima social de la posguerra en Alemania roza la paranoia. No se entiende que su poderoso ejército haya podido perder la guerra. Se ven a sí mismo como incomprendidos, incluso envidiados por su "carácter superior". Las reparaciones de guerra impuestas en Versalles son, además, un lastre para la economía de la nación: el marco se devalúa hasta perder casi todo su valor; colas de hambrientos deambulan por las calles; la miseria puede palparse. En estas condiciones, un pequeño partido como el DAP, ultraderechista, antijudío y radical, encuentra un caldo de cultivo propicio para su expansión. Y con él, un personaje como Hitler, capaz de encender a las masas con un discurso tan fácil como deseado. Pronto comienza a captar la atención de grupos diferentes, desencantados con la República y temerosos del comunismo: ultracatólicos, militares, nostálgicos. Se reúnen en secreto, con el objetivo común de devolver a Alemania su puesto como gran potencia europea. Hitler se mueve como pez en el agua, pues los acontecimientos parecen predisponer la situación a su favor. Las reparaciones de guerra ahogan la economía alemana, cuyo gobierno no puede hacer frente a los pagos. En consecuencia, Francia -la odiada Francia-, invade las cuencas del Rhur y el Sarre, para garantizar el pago de la deuda. Inflación, paro y hambre alcanzan niveles impactantes. Por si fuera poco, la situación política es cualquier cosa menos estable. La débil república, presidida por un socialista, se ve amenazada por una revolución de signo izquierdista, la espartaquista, que a duras penas es controlada. El comunismo avanza entre los alemanes, que ven en él una tabla de salvación. Hitler despliega entonces una actividad frenética, escribiendo discursos y folletos, dando mítines, organizando grupos. Le protegen militares y rusos huidos de la Revolución, a pesar de lo cual sigue careciendo de medios económicos, dependiendo tan sólo de su paga de militar. En 1920 intenta por primera vez tomar el poder. Prepara un golpe de estado junto con von Kapp, que termina fracaso por la indecisión de los generales en principio comprometidos. Condenado a cinco años de prisión en la fortaleza de Landsberg, dedica su tiempo a dictar a Rudolf Hess la primera parte de su libro Mein Kampf (Mi lucha), en la que plasma sus ideas y deseos. Obra autobiográfica, el resentimiento y el antisemitismo atraviesan sus páginas desde la primera hasta la última, exponiendo en ellas además su ideal de una Alemania uniforme, fuerte y temida. También en 1920 forma la NSDAP (Partido Obrero Nacional-Sindicalista), cuya importancia para Alemania será fundamental a partir de entonces. En diciembre de 1924 recobra la libertad. Escocido por el fracaso anterior, adopta por la vía democrática como herramienta de acceso al poder. El antisemitismo se convierte en una de las principales consignas del partido, siendo muy bien recibida por la opinión pública en general. Por toda Alemania se pueden oír sus discursos o leer sus folletos, desplegando una actividad propagandística incansable. La crisis de 1929, que Alemania sufre especialmente, incrementa el número de seguidores de Hitler. Las empobrecidas clases medias, temerosas del influjo comunista, abrazan el nazismo como una tabla de salvación. En las elecciones de marzo de 1932 Hitler resulta derrotado por Hindenburg, pero sus trece millones de votos le facultan para ser nombrado canciller muy poco tiempo después. El demócratacristiano von Papen se apresta a colaborar con Hitler, pensando que podrá encauzar y moderar sus acciones. Craso error. Las primeras decisiones del nuevo canciller demuestran su voluntad de no someterse a pactos. Tras decretar la realización de un plebiscito en el Sarre sobre la ocupación francesa, consigue expulsar a los franceses. Incumple los acuerdos de Versalles, en especial impulsando la militarización de Alemania, al mismo tiempo que lanza el "Anchluss", la unión con Austria. La subida al poder de un personaje así asusta a los aliados europeos, incapaces de articular medidas que vayan más allá de la "política de apaciguamiento". Es entonces cuando la Sociedad de Naciones revela su ineficacia. Tras llegar al poder, Hitler y sus colaboradores (Himmler, Goebbel, Goering) se encargaron de crear un aparato policial capaz de someter absolutamente a la población y evitar cualquier tipo de disidencia. La Gestapo velará por la "seguridad" del Estado, al mismo tiempo que por la "pureza" de la raza aria. En 1938, su agresiva política exterior le llevará a añadir parte a Alemania parte de Checoslovaquia, cuya integridad estaba garantizada por el Tratado de Versalles. Nuevamente las naciones europeas capitulan ante el formidable despliegue de fuerza alemán. El siguiente paso será Polonia, también protegida por la Sociedad de Naciones y, especialmente, Francia e Inglaterra. La maniobra de Hitler es inteligente: se acerca a la URSS mediante la firma de un pacto de no agresión, permitiendo que los tanques alemanes traspasen con una rapidez extraordinaria la frontera polaca el 1 de septiembre de 1939. Inglaterra y Francia declaran abiertas las hostilidades: la II Guerra Mundial ha comenzado. Inmediatamente, la Wehrmacht invade Dinamarca y Noruega, tan solo meses después, a las que seguirán Bélgica y Holanda en 1940. El golpe mayor está todavía por venir: el 5 de junio las tropas alemanas entran en Francia, derrotándola en tan solo diecisiete días. Tan solo resiste Gran Bretaña, acosada por la aviación de Göering, quien busca desesperadamente la ayuda de unos Estados Unidos ensimismados en su política de neutralidad. Por el contrario, Italia y Japón se suman a Alemania y forman el Eje. El ataque japonés sobre Pearl Harbour fuerza, ahora sí, la entrada definitiva y sin ambages de Estados Unidos en la guerra. El gran error de Hitler fue, teniendo abierto el frente occidental, abrir otro en el Este. El ataque sobre la URSS, a pesar de emplear una ingente cantidad de recursos humanos y materiales, se estanca por la tenaz resistencia rusa y finalmente acaba por fracasar estrepitosamente. Hay encima demasiados frentes abiertos, demasiadas fronteras: los Balcanes, África, el Atlántico. A partir de 1943 los acontecimientos empiezan a cambiar de rumbo. El apoyo norteamericano se antoja fundamental para la causa aliada, mientras que los soviéticos inician desde el Este un tremendo contraataque. Además, los aliados, en especial la Italia de Mussolini, más parece ser un lastre que una ayuda, pues no tardará en caer. El desembarco en Normandía, en 1944, supone el inicio del fin de la aventura Alemana. Las defensas de Rommel, el otrora triunfador en África, nada puede hacer por detener el avance aliado, que parece pugnar con los rusos en su avance hacia Berlín. La situación comienza a ser dramática, al punto que una sublevación por poco acaba con la vida del Fuhrer al hacer estallar una bomba bajo su sillón durante una reunión del Estado Mayor en Berchtesgaden. Hitler ha perdido el control. Se esfuerza en imponer órdenes de resistencia bajo pena de ejecución sumaria, mientras que recluta para su ejército incluso a menores de edad. Encerrado en su bunker, desconfía de sus más íntimos colabores, si acaso sólo en Goebbels y Martín Bormann, testigo éste de su acelerada boda con Eva Braun. La carrera por Berlín prefigura un mundo diferente al término de la guerra. Comunistas y capitalistas se afanan por llegar los primeros, siendo aquellos los primeros en llegar. Hitler no verá este hecho, pues se suicidará unto con Goebbels y Eva Braun el 7 de mayo. Atrás quedan cinco años de guerras y millones de muertos causados por la megalomanía de un dictador, el ensimismamiento de un pueblo y la pasividad del resto de naciones.

HITLER SIMBOLO DEL ODIO EN LA 2a GUERRA MUNDIAL


1889 Nace el 20 de abril, en Braunau am Inn (Austria).

1914-1918 Sirve como soldado en el Ejército bávaro, durante la I Guerra Mundial. Tan sólo asciende al grado de cabo.

1919 Se une al recién creado Partido Obrero Alemán, pronto rebautizado como Partido Nacionalsocialista Alemán del Trabajo (partido nazi).

1921 Elegido presidente (Führer) del partido nazi.

1923 Encabeza el fracasado putsch de Munich. Sentenciado a cinco años de prisión, sólo cumple ocho meses de condena, durante los cuales escribe Mi lucha. Sale de la cárcel, gracias a una amnistía general, en diciembre de 1924.

1928 El partido nazi obtiene 12 diputados en el Reichstag (Parlamento alemán).

1929 Inicio de la crisis económica mundial conocida como la Gran Depresión.

1930 El partido nazi obtiene 107 diputados en el Reichstag.

1933 Enero: es nombrado canciller. Marzo: el Reichstag traslada todas sus facultades legislativas al gabinete presidido por Hitler.

1934 Tiene lugar la denominada Noche de los cuchillos largos, auténtica purga dentro del propio nazismo.

1935 Inicia el rearme alemán, prohibido por el Tratado de Versalles de 1919.

1936 Envía tropas a la región desmilitarizada de Renania.

1938 Anexión de Austria y de la región checa de los Sudetes.

1939 Firma del Pacto Germano-soviético. Invasión alemana de Polonia. Gran Bretaña y Francia declaran la guerra a Alemania. Comienza la II Guerra Mundial.

1940 Invasión alemana de Dinamarca, Noruega, Países Bajos, Bélgica y Francia. Gran Bretaña evita ser invadida.

1941 Intento de invasión de la Unión Soviética: las fuerzas alemanas son repelidas a las puertas de Moscú. Estados Unidos entra en la lucha contra las potencias del Eje (Alemania, Italia y Japón).

1941-1945 Se intensifica la política de exterminio de la población judía. Más de cinco millones de judíos son asesinados durante el llamado Holocausto, así como un número también significativo de quienes eran considerados por el nazismo como población marginal.

1944 Fracasada conspiración de oficiales alemanes para matar a Hitler.

1945 Deja a un país derrotado y se suicida en su búnker de Berlín, el 30 de abril.

HIROSHIMA




La hora H: 8h 15'17" del día 6
A las 7.50 hora de Tokio, el Enola Gay volaba sobre las inmediaciones de la isla de Shikoku. A las 8.09 se divisó desde el avión el contorno de Hiroshima. Tibbets ordenó a los dos aviones de escolta que se retirasen y, por el interfono, indicó a su tripulación que se pusiera los anteojos que habían de protegerles contra el resplandor de la explosión. A las 8.1 1, Tibbets accionó el mecanismo preparatorio para soltar a Little Boy. Faltaban menos de cinco minutos. Debajo del Enola Gay, la ciudad de Hiroshima se veía cada vez más cerca. El apuntador Ferebee se sabía de memoria la planimetría de la ciudad. Rápidamente encuadró su punto de mira en el lugar elegido: un gran puente sobre el río Ota. Cuando tuvo, puso en marcha la sincronización automática para el minuto final del lanzamiento. El plan preestablecido era lanzar la bomba a las 8.15, hora local. Las favorables condiciones atmosféricas y la pericia de Tibbets permitieron que el avión coincidiera con el objetivo exactamente a las 8 horas, 15 minutos y 17 segundos. En aquella hora fatídica se abrieron las compuertas del pañol y, desde una altura de 10.000 metros, el ingenio atómico inició su trayectoria genocida.
Aligerado de un peso de más de 4.000 kilos, el bombardero dio un gran brinco hacia arriba. Tibbets marcó un picado hacia estribor y a continuación hizo un viraje cerrado de 158', a fin de alejarse al máximo del punto de explosión. Al mismo tiempo, desde el instante del lanzamiento, Tibbets se puso a contar mentalmente los segundos calculados hasta que la bomba estallara. Transcurridos 43 segundos, cuando el avión se encontraba a 15 kilómetros del punto del impacto, la bomba hizo explosión, accionada por una espoleta automática a unos 550 metros por encima del punto de caída y a 200 metros escasos del blanco elegido.
Una enorme bola de fuego se iba transformando en nubes purpúreas...
Repentinamente, el espacio se había convertido en una bola de fuego cuya temperatura interior era de decenas de miles de grados. Una luz, como desprendida por mil soles, deslumbró a pesar de los lentes a Bob Caron, el ametrallador de cola, que, por su posición en el aparato, quedó encarado al punto de explosión. Una doble onda de choque sacudió fuertemente al avión, mientras abajo la inmensa bola de fuego se iba transformando en una masa de nubes purpúreas que empezó a elevarse hacia las alturas, coronándose en una nube de humo blanco densísimo que llegó a alcanzar 12 kilómetros de altura y que adoptó la forma de un gigantesco hongo. «Entonces nos dimos cuenta -explicaría Tibbets- de que la explosión había liberado una asombrosa cantidad de energía.» El Enola Gay, superada la prueba de la onda de choque, viró hacia el sur y voló sobre las afueras de Hiroshima, a fin de fotografiar los resultados del histórico bombardeo. Y entonces fue cuando la tripulación pudo comprobar la espantosa destrucción que habían sembrado. Iniciado el vuelo de regreso, a 600 km de distancia todavía era visible el hongo que daba fe de la aparición del arma que abría una nueva y dramática era en la historia de la humanidad.
Una sensación impresionante dominaba a toda la tripulación, como si la tensión nerviosa liberada hubiera dado paso a la obsesionante idea de haber provocado una destrucción sin precedentes. Parsons y Tibbets lanzaron entonces el mensaje que iba a conmover al mundo: «Resultados obtenidos superan todas las previsiones.»
El fin de la Segunda Guerra Mundial A las 2 de la tarde, el Enola Gay tomaba tierra en Tinian. La noticia del éxito de la operación «Bandeja de Plata» había circulado ya por el Pacífico. En el aeródromo estaban esperando los generales Le May y Arnold, venidos especialmente de Guam. El presidente Truman recibió el mensaje a bordo del crucero Augusta. En su entorno, todo era exaltación y entusiasmo. Sólo el general Eisenhower condenó espontáneamente el uso de la terrible bomba contra un núcleo habitado, considerando que tal demostración no era necesaria para derrotar a Japón. Pero la inmensa mayoría -como dijo Raymond Cartier- «no vio en la aparición del arma nuclear otra cosa que el fin rápido de la guerra y la economía de sangre americana que ello reportaba. »
No obstante, había algo más: ante la configuración del mundo de la posguerra y la emergencia de la Unión Soviética como gran potencia, la horrible demostración de Hiroshima perseguía el evidente fin de intimidar a Stalin y hacerle más razonable. Yalta y Potsdarn estaban perfilando una posguerra en la que los ocasionales aliados de ayer iban a dividir el mundo en dos bloques antagónicos.
Sin embargo, como era de esperar, las previsiones en cuanto a lo resolutivo de la bomba se cumplieron: el día 7, Japón se dirigió a la Unión Soviética para que mediara ante Estados Unidos en busca de un armisticio. Los rusos contestaron declarando la guerra a Japón y desencadenando de inmediato una gran ofensiva en Manchuria. El día 9, otro B-2 l Bockscar, pilotado por el mayor Sweeney, lanza otra bomba nuclear -ésta de plutonio- sobre Nagasaki. La «implosión» - pues éste fue el sistema practicado para provocar la reacción en cadena del plutonio activado- estuvo a punto de desintegrar la superfortaleza que efectuó el lanzamiento. Los efectos, debido a la topografía de Nagasaki, no fueron tan espantosos como los del ataque precedente. Pero fueron suficientes para que, a las 2 de la madrugada del día 10, el Consejo Supremo de Guerra japonés, presidido insólitamente por el emperador Hiro Hito -que, ante lo gravísimo de los momentos, había decidido descender de sus divinas alturas -, se dirigiera a Estados Unidos pidiéndole el cese de las hostilidades y aceptando la rendición incondicional exigida por los aliados.
La capitulación se firmaría el 2 de septiembre de aquel mismo año: la Segunda Guerra Mundial había terminado, tras 6 años y 1 día de duración. Pero queda por reseñar lo sucedido en la ciudad mártir, tras de recibir su bautismo de fuego atómico.


Una explosión de 20 kilotones
La bomba lanzada en Hiroshima tenía una potencia equivalente a 20 kilotones, es decir, a veinte veces la explosión de mil toneladas de TNT. Los efectos mortales de esta bomba podían proceder de tres causas distintas: la acción mecánica de la onda expansivo, la temperatura desencadenada y la radiactividad.
El calor generado por la energía liberada se elevó a temperaturas capaces de fundir la arcilla, alcanzando decenas de miles de grados. Este colosal desprendimiento provocó una columna de aire huracanado y a continuación, para llenar el descomunal vacío, se produjo otra onda en sentido contrario cuya velocidad superó los 1.500 kilómetros por hora. El terrible soplo produjo presiones de hasta 10 toneladas por metro cuadrado.
El detalle de estos efectos sobre la ciudad llega a lo indescriptible: trenes
enfermedades derivadas de la hecatombe nuclear.
que vuelcan como golpeados por un gigante, tranvías que vuelan con una carga de cadáveres hechos pavesas, automóviles que se derriten, edificios que se desintegran y se convierten en polvo incandescente, manzanas de viviendas que desaparecen por un ciclón de fuego.
Toda una zona de 2 km. de radio se transformó en un crisol, que la dejó arrasada como si un fuego infernal y un viento cósmico se hubieran asociado apocalípticamente. Y en kilómetros a la redonda, incendios y más incendios atizados dramáticamente por un vendaval de muerte. Por los restos de lo que fueron calles, empezaron a verse supervivientes desollados, con la piel a tiras, unos desnudos, otros con la ropa hecha jirones. Los que murieron en el acto, sorprendidos en el punto de la explosión, se volatilizaron sin dejar rastro. Tan sólo alguno, situado junto a un muro que resistió la onda expansiva, dejó una huella en la pared, una silueta difuminada de apariencia humana, como una sombra fantasmagórica, que fue en lo que vino a quedar el inmolado. Otros se vieron lanzados, arrastrados por un rebufo arrollador, y se encontraron volando por el aire, como peleles de una falla sacudida por un vendaval. Alguno fue a parar milagrosamente a la copa de un árbol, a muchos metros de distancia de su lugar de arranque.
En los alrededores de] punto cero, todo quedó carbonizado. A 800 metros, ardían las ropas. A dos kilómetros, ardían también los árboles, los matorrales, los postes de¡ tendido eléctrico, cualquier objeto combustible. Tal era la fuerza del contagio ígneo.


El sol de la muerte
Pero quedaba el tercer y más traicionero efecto: el «sol de la muerte», como llamaron los japoneses al efecto radiactivo que provocó la acción de los rayos gamma, delta y alfa. Las personas, según su cercanía al punto de caída de la bomba atómica, aparecían llagados, llenos de terribles ampollas. Todos los supervivientes, en un radio de 1 km a partir del epicentro, murieron posteriormente de resultas de las radiaciones. Los muertos por estos insidiosos efectos lo fueron a millares y se fueron escalonando a lo largo del tiempo, según el grado de su contaminación. Veinte años después de la explosión, seguían muriendo personas a consecuencia de los efectos radiactivos.
Junto a los millares de muertos instantáneamente y de los que con posterioridad fallecieron de resultas de las quemaduras o de la radiación, se registraron hechos singulares. Por ejemplo, algunos habitantes se salvaron por haberles sorprendido los efectos de la explosión con vestimenta clara; en cambio, los que vestían de oscuro murieron rápidamente, por la capacidad del color negro de absorber el calor. Esta misma capacidad de absorción de las ondas calóricas por los cuerpos opacos ocasionó otro sorprendente fenómeno: la fotografía atómica. Hombres desintegrados, así como objetos diversos, dejaron su sombra grabada sobre los muros de las paredes en cuya cercanía se encontraban en el momento de la explosión, como hemos mencionado antes. La onda calórica siguió exactamente los contornos de una silueta y la grabó, para siempre, sobre la piedra.



El holocausto
Y cuando los supervivientes se recuperaron del horror y los servicios de socorro empezaron a prodigar sus cuidados a los heridos y a los quemados, se produjo la caída de una lluvia viscosa, menuda y pertinaz, que hizo a todos volver los ojos al cielo: el aire devolvía a la tierra, hecho toneladas de polvo y ceniza, todo lo que había ardido en aquel horno personas y cosas - y que las corrientes ascendentes habían succionado hasta las nubes.
Al día siguiente del bombardeo, un testigo presencial que recorrió la ciudad explicó el espeluznante panorama de desolación que constituía la visión de una población arrasada, sembrada de restos humanos que estaban en espantosa fase de descomposición, entre un olor nauseabundo a carne quemada. Una zona de 12 kilómetros cuadrados, en los que la densidad de población era de 13.500 habitantes por kilómetro cuadrado, había sido devastada. La llegada de un grupo de científicos confirmó que el explosivo lanzado era una bomba de uranio. La energía atómica había entrado en la historia por la puerta del holocausto.
Según los datos más fiables, el número de víctimas sacrificadas en Hiroshima fue de 130.000, de las que 80.000 murieron. Unos 48.000 edificios fueron destruidos completamente y 176.000 personas quedaron sin hogar

HOLOCAUSTO JUDIO




No puede hallarse en la Historia otro crimen tan atroz ni tan fríamente calculado como el que aniquiló a millones de seres humanos en los campos de concentración nazis. Reducidos al estado animal, sometidos a la más espantosa degradación moral y física, hombres, mujeres y niños fueron salvajemente torturados y arrastrados a las cámaras de gas por el solo hecho de pertenecer a una raza considerada inferior o de sostener creencias religiosas o políticas antagónicas a las de la «raza de los señores». Hitler fue el origen de este furioso torbellino de la muerte. Pero Hitler no estaba solo. Parte de un pueblo fanatizado por la propaganda, educado en el desprecio hacia el hombre no ario, le ayudó a borrar de la faz de la tierra a sus pretendidos "enemigos".


MUERTES AL MES
30.000 muertos al mes.Pero las infrahumanas condiciones de trabajo y la pésima alimentación hicieron aumentar de manera alarmante la mortalidad en los campos. Al recibir un informe en el que se le comunicaba que de los 136.700 deportados que habían ingresado en los campos entre junio y noviembre de 1942 sólo habían sobrevivido 23.502, Himmler montó en cólera. Eso significaba que las bajas eran del orden de 19.000 mensuales, algo intolerable para el buen ritmo de la producción. La respuesta de Himmler fue la promulgación de una ley titulada «El Reichsführer orde hacer disminuir, en forma absoluta, el índice de mortalidad». A pesar de la grandilocuencia, en 1944 el número de víctimas había aumentado a 30.000 mensuales. A medida que los ejércitos aliados avanzaban, la situación en los campos alcanzaba las metas que se habían propuesto sus funestos artífices. Como ha dicho el psicólogo Bruno Bettelheim, superviviente de Dachau y Buchenwald, por medio de los campos de concentración la Gestapo pretendía «Acabar con los prisioneros como individuos, extender el terror entre el resto de la población, proporcionar a los individuos de la Gestapo un campo de entrenamiento en el que se les enseñaba a prescindir de todas las emociones y actitudes humanas, proporcionar, en fin, a la Gestapo, un laboratorio experimental para el estudio de medios eficaces para quebrantar la resistencia civil.»

CAMPOS DE CONCENTRACION




Durante la Segunda Guerra Mundial se Durante la segunda guerra construyeron muchos campos de concentración tanto por los aliados como sobre todo por parte del Eje para encerrar a los prisioneros capturados. Sin embargo, en el caso de la Alemania nazi, se crearon además campos de trabajo forzado y campos de exterminio, que a veces se confunden con los primeros pero cuyo objetivo era diferente. Los campos de exterminio nazis tenían como fin exterminar a los judíos, que eran asesinados apenas ingresaban en el campo, lo que a partir de 1942 y hasta 1945 dio lugar al Holocausto o shoá, y que produjo la muerte de varios millones de judíos. En algunos casos, como en Birkenau (junto a Auschwitz) o Majdanek se construyó un campo de concentración además de uno de exterminio.

Campos de concentración y exterminio nazis durante la II Guerra Mundial
Ejemplos de campos de concentración:
Campo de concentración de Auschwitz (Polonia)
Campo de concentración de Dachau (Alemania)
Campo de concentración de Mauthausen-Gusen (Austria)
Campo de concentración de Buchenwald (Alemania)
Campo de concentración de Sachsenhausen (Alemania)
Campo de concentración de Bergen-Belsen (Alemania)
Campo de concentración de Les Milles (Francia ocupada por Alemania)
Campo de exterminio de Treblinka (Polonia ocupada por Alemania)
Gulags (red de campos de concentración en la URSS)
Villa Grimaldi (Chile)
Campo de Gurs (Francia)
Campos de concentración franquistas (España)
Guantánamo (EE.UU, pero ubicada en la isla de Cuba)
Campos de concentración en los Estados Unidos

SEGUNDA GUERRA MUNDIAL CAUSAS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Primera Guerra
Introducción:
La gran guerra que estalló en 1939 fue el segundo conflicto que, iniciado en Europa, llegó a convertirse en una “guerra total”, porque directamente incluyó a países de otros continentes e influyó indirectamente en los aspectos políticos, sociales y económicos en el resto del mundo, de manera similar como sucediera con el enfrentamiento armado de 1914. Pero a diferencia de éste, la Segunda Guerra Mundial lite un conflicto de escala mucho más grande y de mayor duración, que se propagó a territorios más extensos y llegó a ser más cruel e implacable. En su origen, aparte de la rivalidad internacional inherente a todo conflicto de esta naturaleza, intervinieron otros factores relacionados con los eventos ocurridos en el mundo durante los veinte años del periodo de entreguerras.
Causas o Factores de origen del Conflicto:
En primer lugar, la Segunda Guerra Mundial surgió en función del enfrentamiento entre ideologías que amparaban sistemas político—económicos opuestos. A diferencia de la guerra anterior, enmarcada en un solo sistema predominante —el liberalismo capitalista, común a los dos bandos—, en el segundo conflicto mundial se enfrentaron tres ideologías contrarias: el liberalismo democrático, el nazi—fascismo y el comunismo soviético. Estos dos últimos sistemas, no obstante ser contrarios entre sí, tenían en común la organización del Estado fuerte y totalitario y el culto a la personalidad de un líder carismático, características opuestas al liberalismo que postula la democracia como forma de gobierno y la libertad e igualdad de los individuos como forma de sociedad.
En segundo lugar estaban los problemas étnicos que, presentes desde siglos atrás, se fueron haciendo más graves al llevarse a efecto las modificaciones fronterizas creadas por el Tratado de Versalles, que afectaron negativamente sobre todo a Alemania y a Austria —naciones pobladas por germanos— y redujeron de manera considerable sus territorios. Este hecho fue determinante para difundir en esos pue bios el sentimiento de superioridad de la raza germana —identificada por Adolfo Hitler como “raza aria” de acuerdo con una idea desarrollada en la filosofía alemana del siglo XIX— frente a los grupos raciales, principalmente los judíos que controlaban la economía capitalista, y quienes, según la perspectiva de los nazis, habían dividido a los pueblos germanos e interrumpido su desarrollo económico.
Por otra parte, la insistencia de Hitler por evitar el cumplimiento del Tratado de Versalles provocó diferentes reacciones entre los países vencedores: Francia, que temía una nueva agresión de Alemania, quería evitar a toda costa que resurgiera el poderío bélico de la nación vecina. En cambio, el gobierno británico y el de Estados Unidos subestimaban el peligro que el rearme alemán representaba para la seguridad colectiva; consideraban que el Tratado de Versalles había sido demasiado injusto, y veían con simpatía la tendencia anticomunista adoptada por la Alemania nazi, porque podría significar una barrera capaz de detener el expansionismo soviético hacia Europa, calificado entonces por las democracias occidentales como un peligro mayor y mucho más grave que el propio nazismo. A causa de ese temor al comunismo, el gobierno británico adoptó una política de “apaciguamiento” respecto al expansionismo alemán, bajo la idea de que al hacer concesiones a Hitler podría evitarse una nueva guerra y se obtendría, además, su colaboración contra el peligro soviético.
En tercer lugar, en la década de los años treinta la situación del mundo era muy distinta a la de 1914. Aparte de los trastornos ocasionados por la crisis económica iniciada en Estados Unidos, aún persistían los efectos devastadores de la Primera Guerra Mundial, que había producido una enorme transformación en todos los ámbitos de la vida humana y originado grandes crisis en prácticamente todos los países de la Tierra. Además, la secuela de tensiones internacionales que ese conflicto produjo, preparaban el camino para una nueva guerra, no obstante los intentos de la Sociedad de Naciones por evitarla. Por esta razón, puede decirse que la Segunda Guerra Mundial se originó directamente de la Primera; de ahí que ambos conflictos, enlazados por el periodo de entreguerras, constituyan lo que se considera como la “Segunda Guerra de los Treinta Años” en la historia moderna de la humanidad.